lunes, 13 de septiembre de 2010

14 de septiembre, día del locutor, ¿Alguien considera de verdad al locutor?

Más allá de que el mes de septiembre es un mes patrio, corresponde al que engloba las más trascendentes fechas onomásticas para la radiodifusión nacional.



Por un lado el 23 de septiembre corresponde al nacimiento de la XEB, El Buen Tono de la Radio que es la primigenia del cuadrante de onda media en México. Además el 18 de septiembre de 1930 vio la luz sonora la XEW, la Voz de la América Latina desde México. No menos trascendente el 30 de septiembre se conmemora la agrupación de los concesionarios del Valle de México en lo que de inicio fue la Asociación de Frecuencia Modulada, luego la Asociación de Radiodifusores del Distrito Federal, y años después, Asociación de Radiodifusores del Valle de México; siendo, a treinta y seis años de distancia, Industria del Valle de México IRVM.



Pero hay otra fecha más que sucede en el mes de septiembre, esta sucede el día 14 y corresponde al festejo del día del locutor.



Este reconocimiento del trabajador de la voz nació de la propuesta de la Asociación Nacional de Locutores y data de la primera mitad de los años ochenta, tradición que se ha conservado al grado que, empresas de radiodifusión como son NRM Comunicaciones y la propia Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión CIRT, han convenido en celebrar entonces el día del trabajador en radiodifusión.

Así es como se llega a la compleja disyuntiva de celebrar el Día del Locutor… pero la pregunta aquí es: ¿Qué celebramos o más aún, a quién festejamos en este onomástico?



El locutor es una figura legal dentro de la radiodifusión que tiene como fin primigenio prestar su voz, actuación y comportamiento para dar imagen visual y sonora a las radiodifusoras; sin embargo, lejos de lo que la Ley Federal de Radio y Televisión mexicana, prevé desde 1961 en sus artículos 84 a 89, -que el personal de emisores de las radiodifusoras ha de contar con por lo menos 50% trabajadores con licencia de locución vigente para poder operar; en nuestro país, los locutores con licencia vigente, somos más bien seres en desuso, “viejitos que creemos que podemos hablar por el certificado que poseemos”…



Hoy en México sin temor a equivocarme, y aún sin contar con un censo real de locutores acreditados ante la Secretaría de Educación Pública, podría aseverar que no más de un cinco por ciento de los locutores, locutoras, especialistas, presentadores, analistas de la fuente; periodistas, comentaristas, y muchos menos, locutores comerciales de publicidad, cuentan con el certificado que la SEP acredita para poder tener figura legal al proferir frase alguna tras el micrófono…



Esto puede leerse con dos connotaciones: una ¡viva la libertad de expresión! O lo q ue perversamente sería lo mismo, se han abolido las limitantes expresivas para quien quiere hacerse del micrófono y la palestra!



Digo que es una visión perversa porque, a la larga, si un medio de comunicación de carácter masivo no está legitimado y protegido con la ejecución de sus leyes, luego entonces, “cualquiera puede hablar detrás de la radio”, pero ¿quién se hace responsable legal de aquello?

El locutor aún en la primera mitad del siglo XX era un Vate, un poeta, un narrador que debía contar con una cultura impecable, con un conocimiento central de la legislación, o por lo menos, con un ejercicio de respeto al escucha, cual si se tratase de un título para el cirujano tratante…



Ahora nos preguntamos ¿Quién confundió la diferencia del derecho de decir, de abrir el micrófono a todas las voces, con el anular la exigencia de capacitación y profesionalización para quién aspiraba a vivir de la elocución profesional?



En las fechas y los sentidos estrictos fue el presidente Carlos Salinas de Gortari quien buscó la remoción de obligatoriedad del examen de conocimientos y de cabina para obtener la licencia de locución… Aunque fue Ernesto Zedillo, en 1992, quien dio por abolida la obligatoriedad del presentar examen para obtener licencia de locución tipo A y B.



El que se diluyera este ejercicio legal y de profesionalismo a los locutores y locutoras salvó de cientos de trámites y gastos para los concesionarios de las diferentes plazas de México, pues a diferencia de las emisoras y canales de televisión de la Ciudad de México, el dueño de las emisoras debía mandar a sus locutores en funciones a presentar su evaluación, a riesgo de desfalcar a la empresa…

Pero con la flexibilización del examen de locución, se dio paso también a la terrible descomposición de la locución como profesión, e incluso, como actividad creativa particular… Si a los médicos se les “perdonara” el tener título, licencia y hasta especialidades académicamente hablando, se les invitaría a alternar con médicos alternativos, brujos, chamanes, comadronas e incluso, a la automedicación…



Similar a esta descripción, es igual el fenómeno que estamos viviendo en los medios masivos de comunicación. El creativo de la voz y la presencia frente al público es ya tan poco valorado que, ni se le retribuye adecuadamente en lo económico, ni se le respeta, ni se les identifica en un gremio organizado.



El locutor, la locutora, el comentarista y hasta el Vate han muerto dentro del rol social y profesional actual.



No duele que se mate a la profesión de la voz, sino que con ella se van el respeto al emisor, la equidad y el derecho al estudio y la especialización de comunicadores, economistas, actores y hasta la ciudadanía participante.



Ser locutor ya no significa nada… ni siquiera ante el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Radio y la Televisión STIRT, o ante la Secretaría del Trabajo.



Dejen atrás la parte romántica del locutor culto, del locutor gracioso o el conquistador, ahora simplemente, todos se “autorregulan” y se entiende que… “lo que no está prohibido, luego, está permitido… y a la batalla Obradorista… digo, a la batalla fuera de la ley…”



El locutor es un subsujeto de la radio, del televisor, de la publicidad electrónica… somos poco menos que “desempleados o empleados eventuales” que debemos “hacer Casting” con otros actores, locutores, modelos paseantes, etc., que nos ganan las chambas… pero no para mal del bolsillo, sino en detrimento de la Ley Federal de Radio y Televisión, de la Ley de Salud que controla Apuestas, medicamentos milagro y sobre todo, la incursión de credos específicos o sectas en la radiodifusión de onda media.



No escribo esto para incomodar a nadie que haya encontrado en la radio de amplitud modulada una “minita de oro” para conjugar feligreses, salvar perdidos de alma, arreglar columnas desviadas, encontrar amores remotos; anunciar toda suerte de productos y prometer lo que no será en cada uno de ellos…



Escribo esto para quienes estudiamos los medios de comunicación y estamos testificando la muerte de la industria de la radio y la televisión como empresas serias, honestas y confiables.



En aras de la procuración de libertad de expresión, y en aras de no limitar a los trabajadores del micrófono, estamos matando a la gallina de los huevos de oro, estamos lanzando al aire de la onda media y la emisión virtual a comunicadores analfabetas, a comunicólogos sin título -eso dolió en lo personal-, estamos matando los valores familiares.



Queremos que no haya corrupción, que nuestras familias sobrevivan a la barbarie social y del crimen organizado, y son las instituciones laxas, las que “abren y permiten que seamos unos cínicos sin título, licencia y sin vergüenzas”.



Yo aclaro, estoy muy acreditada desde el 4 de septiembre de 1984 con las licencias de locución A y B, expedidas por la SEP, pero soy una evasora del título profesional en Ciencias de la Comunicación…



Este mal no es que lo denuncie como para “curarme en salud”, lo refiero porque, de verdad, esta ligereza legal para quienes trabajamos en los medios de comunicación, ha sido nuestra ahorca también.



Quisiera dedicar mi columna a cientos de locutores y locutoras que han muerto, que viven y que vivirán en el olvido de sus radioescuchas, en la pobreza de sus inexistentes pensiones alimenticias por jubilación, e incluso, a quienes han dejado vida en el cerebro de cada radioescucha, gracias a sus palabras proferidas a través de la radio…



La locución no es más una actividad creativa, ni un oficio especializado, es un descarte de desempleados que “un día tocan la flauta” y se meten en la bombilla logrando sueldos estratosféricos –y muy suyos- pero… ¿y los demás?



¿Alguien se acordará de Silvestre Razo en Radio 6-20?, ¿Alguien añora hoy a Jorge Zúñiga? ¿Alguien ha pedido una explicación legal y moral a Esteban Arce por las burradas que dice a diario con base en el cumplimiento adecuado de su licencia de locución vigente, y expedida por la Secretaría de Educación Pública y la Secretaría de Gobernación?



Si… yo tampoco lo he visto…

Los medios de comunicación masivos de carácter electrónico, son una responsabilidad individual de sus emisores, pero también son una responsabilidad social; nosotros somos los enemigos del locutor… ¿Por qué lo vamos a festejar? Bueno eso, eso digo yo.











1 comentario:

  1. Estimada Claudia: Haciendo una tarea para mi maestría me encontré con su blog y esta excelente reflexión. Soy locutora en Guadalajara desde hace varios años y comparto al 100% la urgencia de una preparación de quiénes tienen el poder del micrófono. Le mando un saludo, será un gusto leer otras de sus notas.

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Gracias por la atención e interés en La Ventana ciega